jueves, 17 de diciembre de 2009

Cuestión de números


Federico García Lorca, Luis Cernuda y Vicente Aleixandre


Hoy se cumplen 82 años desde la celebración, en el Ateneo de Sevilla, del acto conmemorativo por el tercer centenario de la muerte de Góngora que dio nombre a la Generación del 27. Organizados por el torero y literato Ignacio Sánchez Mejía –famoso por la Elegía que a su muerte le dedicara García Lorca-, los actos se desarrollaron a lo largo de dos días -16 y 17 de diciembre-, no en el edificio del Ateneo, sino en el vecino de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. En ellos participaron varios escritores llegados desde Madrid (Lorca, Alberti, Guillén, Alonso, Diego, Chabás y Bergamín), acompañados por Sánchez Mejías; que realizaron lecturas de ensayos y poemas, tanto propios como de Góngora, y también de los jóvenes poetas sevillanos agrupados en torno a la revista Mediodía, incluidos entre el público –Adriano del Valle, Fernando Villalón, Joaquín Romero Murube y Luis Cernuda, entre otros. Ya concluidos los actos, el día 18, Sánchez Mejías organizó una fiesta en su finca, Pino Montano, a la que invitó a todos los asistentes. Allí tuvieron lugar divertidas anécdotas relatadas en numerosas ocasiones en los escritos biográficos de los presentes, como Rafael Alberti o Dámaso Alonso. Fue una oportunidad de conocerse mejor y estrechar los lazos de amistad que tan relevantes resultarían para los integrantes de esta generación literaria.

De aquel acto nos queda una fotografía , tomada por Pepín Bello, que estaba entre el público, que se ha convertido en una de las más populares de la literatura española. En ella podemos ver, de izquierda a derecha, a Rafael Alberti, Federico García Lorca, Juan Chabás, Mauricio Bacarisse, José María Romero, Manuel Blasco Garzón, Jorge Guillén, José Bergamín, Dámaso Alonso y Gerardo Diego.


Conmemoración al tercer centenario de la muerte de Góngora en 1927


Sin embargo, no todos los críticos coinciden en la denominación de Generación del 27, puesto que en tales actos conmemorativos faltaron algunas de las figuras más relevantes de la joven literatura de la época, como Vicente Aleixandre, Emilio Prados o Manuel Altolaguirre –estos dos últimos, considerados injustamente segundones, hasta el punto de que a menudo no se incluyen sus nombres en los manuales de texto-, y otros se encontraron entre el público. Luis Cernuda, crítico notable además de poeta, fue quien acuñó la denominación de Generación de 1925 para referirse a todos ellos, en su ensayo Estudios sobre poesía española contemporánea, cuando aún no se había aceptado la actual. Posteriormente, una parte de la crítica prefirió –y prefiere- seguir utilizando la denominación cernudiana. Los argumentos de Cernuda los expone a la perfección en el mencionado ensayo:

«Entre los años 1920 y 1930 aparecen los libros primeros de una nueva generación poética. Federico García Lorca es quien se adelanta en 1921 con su Libro de Poemas y Jorge Guillén, el más tardío, con la edición primera de Cántico en 1928. Mediando de una fecha a la otra, se publican: Imagen, de Gerardo Diego, en 1922 (no es su primer libro, pero sí el más importante de sus libros primeros); Presagios, de Pedro Salinas, en 1923; Tiempo, de Emilio Prados, en 1925; Marinero en Tierra, de Rafael Alberti, también en 1925; Las islas invitadas, de Manuel Altolaguirre, en 1926; y Ámbito, de Vicente Aleixandre, publicado, como Cántico, en 1928, pero anticipado a este en algunos meses. (…) A falta de denominación aceptada, la necesidad me lleva a usar la de generación de 1925, fecha que, aun cuando nada signifique históricamente, representa al menos un término medio en la aparición de sus primeros libros.» (Luis Cernuda, Estudios sobre poesía contemporánea española, 1957).


Luis Cernuda en los años treinta


A esto hay que añadir que en 1925 también se publicó Perfil del aire, primer libro del autor de este ensayo, que por humildad no lo ha incluido en sus palabras. Aunque Cernuda admite que es la necesidad la que lo lleva a escoger tal fecha, a falta de una denominación aceptada, su elección es bastante más acertada de lo que pretende darnos a entender, incluso él mismo siguió usando la denominación una vez generalizada la del 27.

A título personal, he de decir que yo, al contrario que la mayoría, opto más por la de 1925, ya que considero que el homenaje a Góngora no reúne en sí mismo las suficientes condiciones de relevancia como para englobar a una generación entera, y ya no solamente por el hecho de que hubiera figuras importantes que no participaran en él. Resulta cierto que la influencia de Góngora fue clave para todos aquellos poetas durante los primeros años, pero antes de esta etapa clasicista hubo una metafórica, llamémosla, influenciada en grado sumo por las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. Y hacia 1927, ya se produjo un abandono generalizado del clasicismo y una preferencia por nuevas corrientes como el surrealismo. Así pues, Góngora no constituye más que una etapa transitoria en la mayoría de autores de la generación, y parece un poco brusco, por tanto, encasillarlos en él. Dicho lo cual el acto celebrado en Sevilla en 1927 se habría de considerar más como una fecha anecdótica en el panorama literario español que como una fecha histórica propiamente dicha, si la comparamos, por ejemplo, con 1898. Este fue el año en que España perdió Cuba, el año que dio nombre a la generación anterior, la del 98; pero en este caso sí se trata de una fecha histórica que marcaría el rumbo de la literatura de la época.


Publicación de "La realidad y el deseo" en 1936


La generación del 27, o del 25, existe ya antes del homenaje a Góngora, y existirá con mucha mayor fuerza después, durante la II República. Elegir esa fecha para otorgarles una denominación me parece un poco atrevido. Incluso podría decir que, si tuviéramos que escoger una fecha clave para la generación, los años de la Guerra Civil me parecerían mucho más apropiados, porque no solo se trata de una fecha histórica, sino que además constituye un punto de inflexión en la obra de todos los autores, que interrumpieron el rumbo de su poesía para escribir la llamada poesía urgente, y que acabó separando definitivamente a todos ellos: unos se exiliaron, otros decidieron quedarse en la nueva dictadura. Y en todos se produjo una evolución poética, ya fuera para expresar la nostalgia por la patria perdida –Cernuda, Alberti-, su desarraigo en la nueva España –Aleixandre, Dámaso Alonso- o su a la dictadura –caso de Gerardo Diego.

Puede que precisamente este último argumento sea el que esgriman algunos para hacer frente a mi modesta opinión: que la Guerra Civil dividió muchos de los lazos de amistad que caracterizaron a toda esta generación. O que la actividad literaria en el exilio debiera considerarse aparte de sus trayectorias anteriores… No quiero profundizar en ello pero, en cualquier caso, a falta de una denominación que me parezca más indicada, yo prefiero optar por la de Generación de 1925. Cuestión de números, al fin y al cabo.
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Finalizo con un video elaborado por quien esto escribe, con fotografías de la época:
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