domingo, 22 de febrero de 2009

Se cumplen 70 años de la muerte del poeta Antonio Machado


El 22 de febrero de 1939 fallecía Antonio Machado en su habitación del hotel Bougnol-Quintana de Collioure, la localidad francesa donde se alojaba. Republicano convencido, unos días antes se había marchado de España, su país natal, para partir al exilio junto con su madre, cuando el triunfo de las tropas franquistas en la Guerra Civil se podía prever. En la frontera francesa, el escritor Corpus Barga les facilitó el alojamiento, evitando que fueran arrestaos y llevados a un campo de concentración. Pero tanto Antonio Machado como su madre, Ana Ruiz, habían quedado profundamente debilitados tras el arduo viaje desde Cataluña, lo que provocó sus fallecimientos unos días después. Después de morir Machado, se encontró en el bolsillo de su gabán su último verso: Estos días azules y este sol de mi infancia.

Antonio Machado Ruiz nació en Sevilla el 26 de julio de 1875. Perteneciente a la famosa Generación del 98 –en la que también figuran Unamuno, Azorín, Valle-Inclán o Pío Baroja-, fue autor de dos de los poemarios más célebres de la Literatura española: “Soledades, galerías y otros poemas” y “Campos de Castilla”. Su poesía parte de un modernismo preciosista para volverse progresivamente más social, preocupada por el hombre; y refleja un espíritu melancólico, discreto y tímido, atormentado siempre por la muerte de Leonor Izquierdo, su joven esposa, acaecida en 1912. Estudió en la Institución Libre de Enseñanza –fundada por Francisco Giner de los Ríos- y vivió en Madrid y en París, donde conoció a Oscar Wilde, Pío Baroja y Rubén Darío. Posteriormente se trasladó a Soria para dar clases de francés, y allí conoció a Leonor, que no contaba con más de quince años cuando se convirtió en su esposa. Después de su muerte, el poeta sufrió una inmensa depresión que le llevó al borde del suicidio. Durante la Guerra Civil, vivió en Valencia y en Barcelona y publicó numerosos artículos a favor de la República en el periódico catalán La Vanguardia. El 29 de enero de 1939 cruzó la frontera española, partiendo al exilio.

Para conmemorar el setenta aniversario de la muerte de Machado, han sido programados una serie de actos en Baeza -la localidad jaenesa donde vivió un tiempo tras la muerte de Leonor-, que incluyen una audición de sus poemas con las voces de Fernando Fernán Gómez, Agustín González y Ana María Noé; una lectura de poemas en la que participarán el hispanista Ian Gibson y la poetisa Ana Rossetti, y la presentación de Antonio Machado y Baeza a través de la crítica”, revisado y actualizado por Antonio Chicharro. En Madrid, la conmemoración tuvo lugar el pasado jueves con una lectura de sus mejores poemas en el Ateneo Cultural Primero de Mayo de Madrid. También en la localidad rosellonesa de Argelers , en Cataluña y en Collioure se han dedicado una serie de actos en memoria del célebre poeta, que incluyen un recital de Paco Ibáñez cantando al exilio y que cuentan con la adhesión de la alcaldía de París.
Fotografía del comienzo: Antonio Machado en el Café de las Salesas, 1934 (Alfonso)


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Paco Ibáñez canta al exilio en Argelers (Agustín Fancelli)



Poemas de Machado recitados por Agustín González y Fernando Fernán Gómez:

Recuerdo infantil (Fernando Fernán Gómez)
Desgarrada la nube… (Agustín González)
Yo voy soñando caminos… (Fernando Fernán Gómez)
Llamó a mi corazón, un claro día… (Agustín González)
Retrato (Fernando Fernán Gómez)
Señor, ya me arrancaste lo que más quería (Agustín González)
La primavera besaba (Fernando Fernán Gómez)


El cantautor Paco Ibáñez interpretando "Proverbios y cantares", de Machado:


martes, 17 de febrero de 2009

El Cuervo que nunca emprendió el vuelo

Y el Cuervo dijo: “Nunca más”. Y esas dos palabras quedaron grabadas a fuego sobre el corazón del hombre, destrozado ya por la pérdida de su amada Leonora. Nunca más. El cuervo no se marchó, y su presencia le recordaba al hombre que ya nunca más volvería a ver a Leonora.

Nunca más. El escritor estadounidense Edgar Allan Poe escribió esas palabras en 1845, un tiempo antes de perder para siempre a su esposa, Virginia Clemm, enferma por entonces de una tuberculosis que la conduciría a la muerte en enero de 1847, a los 25 años. Por entonces, Poe se había abandonado a la bebida, en parte por la ansiedad que le causaba la enfermedad de su mujer y en parte por su lúgubre carácter. Huérfano desde muy temprana edad, se crió con el matrimonio Allan, del cual Edgar tomaría el apellido. Su vida no fue fácil, y su personalidad siempre le impidió aspirar a la estabilidad económica y a un puesto de trabajo fijo. Se ganó la vida como periodista, llegando a ser redactor jefe en el Broadway Journal, del que incluso se hizo propietario. Pero sus trabajos eran transitorios, debido a su afición al alcohol y a una mala suerte que no se apartó de él en ningún momento de su vida. El Broadway Journal cerró en 1846 por falta de liquidez, un año antes del fallecimiento de su esposa.

Poe siempre confesó que hubiera querido dedicarse por completo a la poesía, a pesar de que sus poemas siempre han sido considerados por la crítica menos valiosos que su obra en prosa. Es más conocido por sus famosos cuentos, que Julio Cortázar –traductor de la obra de Poe al español- clasificó en cuentos de terror, sobrenaturales, metafísicos, analíticos, de anticipación y retrospección, de paisaje, y grotescos y satíricos. De entre ellos, son célebres numerosos títulos: “El gato negro”, “El escarabajo de oro”, “Los crímenes de la Rue Morgue”, “El corazón delator”, “La caída de la casa Usher”, “Conversación con una momia”… Tanto en su poesía como en sus relatos, empleó un estilo marcadamente romántico y precursor de la literatura gótica (su tono recuerda al que posteriormente aparecería en “Drácula” de Bram Stoker o “El misterioso caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de R.L. Stevenson).



Virginia Clemm, esposa de Allan Poe


Lo primero que leí de Poe, hace ya bastantes años, fue su famoso cuento “El gato negro”. Y, cómo no, quedé subyugada por su brillante capacidad para mantener en vilo al lector, arrastrándolo inexorablemente hasta el impactante final. Eso es lo que más me atrae de la prosa de Poe: sus sorprendentes finales, que siempre son capaces de dejar al lector con la boca abierta. Se dice que el terror y los elementos oníricos y sobrenaturales que se recogen en sus cuentos fueron inspirados por el Delirium Tremens, una enfermedad causada por el alcoholismo que provoca alucinaciones, y que posiblemente le llevó a su muerte en octubre de 1849. Sin embargo, esta continúa siendo un misterio.

Ilustración para "El cuervo", realizada por Gustave Doré


Con motivo del bicentenario del autor –el pasado 19 de enero- han salido a la venta numerosas ediciones de los Cuentos completos, traducidos al español por Julio Cortázar. La influencia de Poe no solo se manifestado en escritores como Dostoyevski, Kafka o Lovecraft, sino que actualmente sigue teniendo vigencia en la narrativa de Borges e incluso en el cine de Tim Burton o los hermanos Coen, por citar algunos ejemplos. Hoy, más que nunca, veo a Edgar Allan Poe como el Cuervo de su famoso poema, un Cuervo legendario y sombrío, posado para siempre en la historia de la Literatura e incapaz de emprender el vuelo.

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!


Edgar Allan Poe, El Cuervo






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martes, 10 de febrero de 2009

Pedro Salinas, más allá de la poesía

El hallazgo de unos textos inéditos del célebre escritor subraya su importancia como autor de prosa

Por Marina Casado


El mundo cotidiano se estremece y se confabula con la pasión de los enamorados en “La voz a ti debida”, “Razón de amor” y “Largo lamento”, la famosa trilogía poética del escritor madrileño Pedro Salinas Serrano, considerada en la cumbre de la poesía amorosa del s. XX. Los relojes, las fiestas o las llamadas telefónicas adquieren matices entrañables y se convierten en cómplices secretos de las más emocionantes historias de amor. El lector puede descubrir un mundo de sentimientos y pasiones que subyace bajo la aparente rutina de nuestra realidad y lograr envolverse en él.

La magistral perfección de su obra poética ha convertido a Pedro Salinas en una de las figuras más sobresalientes de su época, la famosa Generación del 27, una generación de intelectuales que se desarrolló en España entre los primeros años de la dictadura de Primo de Rivera y el triunfo de los franquistas al final de la Guerra Civil. Salinas, nacido en 1891, fue el mayor del grupo, en contraste con el más joven, Manuel Altolaguirre, que nació en 1905. Salinas tuvo un papel destacado en la intelectualidad de la época, ejerciendo de profesor de literatura en las universidades de Sevilla, Murcia y Madrid. En Sevilla tuvo como alumno al también escritor Luis Cernuda, que se convirtió en su discípulo poético unos años más tarde. Salinas leía sus poemas, le daba consejos para perfeccionarlos y le recomendaba nuevas lecturas. Fue él quien facilitó la publicación de la primera obra de Cernuda, “Perfil del aire”, que sin embargo no tuvo muy buena acogida entre la crítica, motivando un progresivo distanciamiento entre ambos escritores. La trayectoria poética de Salinas, iniciada en 1923 con “Presagio”, fue muy parecida a la de su compañero de generación, Jorge Guillén, con quien mantuvo una intensa amistad que se prolongó durante los años de exilio.

La vida sentimental de Salinas resultó tan apasionada como sus poemas. Fue mientras ejercía de profesor en la Universidad de Santander cuando se enamoró de una joven alumna norteamericana llamada Katherine R. Whitmore, en 1932. Ambos iniciaron una relación clandestina, en gran medida epistolar, que se mantuvo durante varios años y comenzó a enfriarse a raíz del intento de suicidio por parte de la esposa de Salinas, que descubrió el secreto de su marido hacia 1935. Fue Katherine Whitmore quién inspiró las tres principales obras poéticas de Pedro Salinas, las que le concederían el título de poeta del amor.




Pedro Salinas, entre Federico García Lorca y Rafael Alberti



Natalia Vara Ferrero, doctora en Literatura Española, afirma que es precisamente el gran interés suscitado por su poesía el que ha logrado eclipsar el resto de la obra de este escritor, compuesta también de prosa y teatro, y de gran calidad literaria. El pasado mes de enero, se publicó en los medios la noticia del hallazgo de textos inéditos a raíz de una investigación para una tesis doctoral titulada “La narrativa de Pedro Salinas” en la Universidad del País Vasco. El estudio, llevado a cabo por Natalia Vara, recoge todos los textos que el autor escribió entre 1921 y 1951, sometiéndolos a un riguroso proceso de restauración para devolverlos a su forma original, omitiendo incorporaciones de posteriores ediciones. Entre ellos, la autora ha rescatado obras como “Un conocido por conocer” o textos inéditos como “Los cuatro grandes mayúsculos y la Doncella Tibérica”, “El valor de la vida”, los “Proyectos de cuentos” y el esbozo narrativo archivado en “Últimos escritos”.

En su estudio, Vara trata de dejar a un lado la errónea hipótesis según la cual la narrativa saliniana fue una ocupación secundaria, para presentarnos a un Pedro Salinas comprometido con la humanidad, como queda demostrado en sus textos inéditos, elaborados durante sus años de exilio. También recoge numerosos escritos que reflejan las inquietudes del llamado Arte Nuevo, un movimiento literario que trató de renovar la narrativa en los años 20 y 30. Este reciente descubrimiento de Natalia Vara parece haber estimulado a la crítica, que está comenzando a valorar la faceta de Salinas como autor narrativo.



Recursos:

http://www.elpais.com/articulo/pais/vasco/tesis/UPV/recupera/textos/ineditos/Pedro/Salinas/elpepiesppvs/20090115elpvas_10/Tes

http://www.elpais.com/articulo/cultura/tesis/doctoral/recupera/textos/ineditos/poeta/Pedro/Salinas/elpepucul/20090114elpepucul_2/Tes

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