jueves, 17 de diciembre de 2009

Cuestión de números


Federico García Lorca, Luis Cernuda y Vicente Aleixandre


Hoy se cumplen 82 años desde la celebración, en el Ateneo de Sevilla, del acto conmemorativo por el tercer centenario de la muerte de Góngora que dio nombre a la Generación del 27. Organizados por el torero y literato Ignacio Sánchez Mejía –famoso por la Elegía que a su muerte le dedicara García Lorca-, los actos se desarrollaron a lo largo de dos días -16 y 17 de diciembre-, no en el edificio del Ateneo, sino en el vecino de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. En ellos participaron varios escritores llegados desde Madrid (Lorca, Alberti, Guillén, Alonso, Diego, Chabás y Bergamín), acompañados por Sánchez Mejías; que realizaron lecturas de ensayos y poemas, tanto propios como de Góngora, y también de los jóvenes poetas sevillanos agrupados en torno a la revista Mediodía, incluidos entre el público –Adriano del Valle, Fernando Villalón, Joaquín Romero Murube y Luis Cernuda, entre otros. Ya concluidos los actos, el día 18, Sánchez Mejías organizó una fiesta en su finca, Pino Montano, a la que invitó a todos los asistentes. Allí tuvieron lugar divertidas anécdotas relatadas en numerosas ocasiones en los escritos biográficos de los presentes, como Rafael Alberti o Dámaso Alonso. Fue una oportunidad de conocerse mejor y estrechar los lazos de amistad que tan relevantes resultarían para los integrantes de esta generación literaria.

De aquel acto nos queda una fotografía , tomada por Pepín Bello, que estaba entre el público, que se ha convertido en una de las más populares de la literatura española. En ella podemos ver, de izquierda a derecha, a Rafael Alberti, Federico García Lorca, Juan Chabás, Mauricio Bacarisse, José María Romero, Manuel Blasco Garzón, Jorge Guillén, José Bergamín, Dámaso Alonso y Gerardo Diego.


Conmemoración al tercer centenario de la muerte de Góngora en 1927


Sin embargo, no todos los críticos coinciden en la denominación de Generación del 27, puesto que en tales actos conmemorativos faltaron algunas de las figuras más relevantes de la joven literatura de la época, como Vicente Aleixandre, Emilio Prados o Manuel Altolaguirre –estos dos últimos, considerados injustamente segundones, hasta el punto de que a menudo no se incluyen sus nombres en los manuales de texto-, y otros se encontraron entre el público. Luis Cernuda, crítico notable además de poeta, fue quien acuñó la denominación de Generación de 1925 para referirse a todos ellos, en su ensayo Estudios sobre poesía española contemporánea, cuando aún no se había aceptado la actual. Posteriormente, una parte de la crítica prefirió –y prefiere- seguir utilizando la denominación cernudiana. Los argumentos de Cernuda los expone a la perfección en el mencionado ensayo:

«Entre los años 1920 y 1930 aparecen los libros primeros de una nueva generación poética. Federico García Lorca es quien se adelanta en 1921 con su Libro de Poemas y Jorge Guillén, el más tardío, con la edición primera de Cántico en 1928. Mediando de una fecha a la otra, se publican: Imagen, de Gerardo Diego, en 1922 (no es su primer libro, pero sí el más importante de sus libros primeros); Presagios, de Pedro Salinas, en 1923; Tiempo, de Emilio Prados, en 1925; Marinero en Tierra, de Rafael Alberti, también en 1925; Las islas invitadas, de Manuel Altolaguirre, en 1926; y Ámbito, de Vicente Aleixandre, publicado, como Cántico, en 1928, pero anticipado a este en algunos meses. (…) A falta de denominación aceptada, la necesidad me lleva a usar la de generación de 1925, fecha que, aun cuando nada signifique históricamente, representa al menos un término medio en la aparición de sus primeros libros.» (Luis Cernuda, Estudios sobre poesía contemporánea española, 1957).


Luis Cernuda en los años treinta


A esto hay que añadir que en 1925 también se publicó Perfil del aire, primer libro del autor de este ensayo, que por humildad no lo ha incluido en sus palabras. Aunque Cernuda admite que es la necesidad la que lo lleva a escoger tal fecha, a falta de una denominación aceptada, su elección es bastante más acertada de lo que pretende darnos a entender, incluso él mismo siguió usando la denominación una vez generalizada la del 27.

A título personal, he de decir que yo, al contrario que la mayoría, opto más por la de 1925, ya que considero que el homenaje a Góngora no reúne en sí mismo las suficientes condiciones de relevancia como para englobar a una generación entera, y ya no solamente por el hecho de que hubiera figuras importantes que no participaran en él. Resulta cierto que la influencia de Góngora fue clave para todos aquellos poetas durante los primeros años, pero antes de esta etapa clasicista hubo una metafórica, llamémosla, influenciada en grado sumo por las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. Y hacia 1927, ya se produjo un abandono generalizado del clasicismo y una preferencia por nuevas corrientes como el surrealismo. Así pues, Góngora no constituye más que una etapa transitoria en la mayoría de autores de la generación, y parece un poco brusco, por tanto, encasillarlos en él. Dicho lo cual el acto celebrado en Sevilla en 1927 se habría de considerar más como una fecha anecdótica en el panorama literario español que como una fecha histórica propiamente dicha, si la comparamos, por ejemplo, con 1898. Este fue el año en que España perdió Cuba, el año que dio nombre a la generación anterior, la del 98; pero en este caso sí se trata de una fecha histórica que marcaría el rumbo de la literatura de la época.


Publicación de "La realidad y el deseo" en 1936


La generación del 27, o del 25, existe ya antes del homenaje a Góngora, y existirá con mucha mayor fuerza después, durante la II República. Elegir esa fecha para otorgarles una denominación me parece un poco atrevido. Incluso podría decir que, si tuviéramos que escoger una fecha clave para la generación, los años de la Guerra Civil me parecerían mucho más apropiados, porque no solo se trata de una fecha histórica, sino que además constituye un punto de inflexión en la obra de todos los autores, que interrumpieron el rumbo de su poesía para escribir la llamada poesía urgente, y que acabó separando definitivamente a todos ellos: unos se exiliaron, otros decidieron quedarse en la nueva dictadura. Y en todos se produjo una evolución poética, ya fuera para expresar la nostalgia por la patria perdida –Cernuda, Alberti-, su desarraigo en la nueva España –Aleixandre, Dámaso Alonso- o su a la dictadura –caso de Gerardo Diego.

Puede que precisamente este último argumento sea el que esgriman algunos para hacer frente a mi modesta opinión: que la Guerra Civil dividió muchos de los lazos de amistad que caracterizaron a toda esta generación. O que la actividad literaria en el exilio debiera considerarse aparte de sus trayectorias anteriores… No quiero profundizar en ello pero, en cualquier caso, a falta de una denominación que me parezca más indicada, yo prefiero optar por la de Generación de 1925. Cuestión de números, al fin y al cabo.
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Finalizo con un video elaborado por quien esto escribe, con fotografías de la época:
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jueves, 26 de noviembre de 2009

Ya se bajó el telón

Francisco Ayala en 2007



Después de dejar el blog en manos del olvido durante un largo tiempo, he decidido volver a retomarlo, aprovechando esta primera entrada de la nueva era para hacer algo que tenía pendiente desde hace varias semanas: dedicarle unas líneas a Francisco Ayala, fallecido el pasado 3 de noviembre a los 103 años.

Lo primero que subrayaron los medios fue que había muerto el último representante de la Generación del 27. El mismo enunciado que habían utilizado para el fallecimiento de Rafael Alberti en 1999 y, posteriormente, para el de Pepín Bello en 2008. Lo más contradictorio es que se trata de los mismos medios, como si fueran capaces de aclararse y no les importara confundir a los lectores. Parece que los representantes vivos de la Generación del 27 no se les acaban nunca…

Con esto no quiero mostrar mi oposición a incluir a Ayala dentro de esta generación; al contrario, mi opinión es que, a pesar de que no poseyera fuertes lazos de unión con el resto de miembros, el compromiso de su obra y la época que le tocó vivir lo sitúan claramente dentro de ella. Sin embargo, la mayor parte de la crítica lo ha catalogado siempre como escritor inclasificable. En este mismo blog publiqué hace meses, con motivo del 103 cumpleaños de Ayala, un artículo que analiza los rasgos que lo distancian del 27. Se titula Francisco Ayala, escritor independiente. Remito a su lectura.

En él, hago referencia precisamente a esa personalidad independiente, poco dada al gregarismo, que poseía el escritor, que sin duda es un punto esencial en la polémica. En sus memorias, Ayala habla de los artistas del 27 como testigo de la época, nunca llegándolos a considerar tan cercanos como ellos se consideraban entre sí. Porque una de las grandes características de esa generación fueron los grandes lazos de unión surgidos entre sus miembros: cómo olvidar la íntima relación entre Lorca y Dalí, entre Aleixandre y Gregorio Prieto, el amor de Alberti y María Teresa León; la fuerte amistad de Jorge Guillén y Pedro Salinas, de Emilio Prados y Manuel Altolaguirre… Incluso el arisco Cernuda se encontraba en el centro del círculo, con la amistad que le unió a Lorca o a Aleixandre, sin olvidar su camaradería con Altolaguirre, en cuya casa pasó los últimos años de su vida. Pero no así Ayala. Él tenía sus propias amistades, era poco dado a asistir a las tertulias literarias que resultaban fundamentales para los escritores de su época, y continuamente estaba viajando fuera de España. Mi opinión es que precisamente su necesidad de independencia es el motivo más fuerte para que una parte de la crítica no lo catalogue dentro de la Generación del 27.

Ayala en 2007, durante la inauguración de su Fundación en el Palacete Alcázar Genil de Granada
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Dejando a un lado la polémica, Francisco Ayala ha constituido un claro ejemplo de lucidez hasta el final de sus días, pasado ya más de un siglo. Granadino de nacimiento, emigró a Madrid a los 16 años, y fue testigo del surgimiento del nazismo gracias a su estancia en Berlín entre 1929 y 1931. Caracterizado siempre por un fuerte compromiso político, ejerció como funcionario del Ministerio de Estado durante la Guerra Civil española, y posteriormente se vio obligado a exiliarse a Buenos Aires, trasladándose después a Puerto Rico y más tarde a Estados Unidos, donde dio clase en varias universidades. No se instalaría definitivamente en España hasta 1976. Con una vida tan ajetreada, no resulta extraño que llegara a afirmar que «La patria de un escritor es su lengua».

A lo largo de su vida nos ha dejado una fructífera obra compuesta de novelas, como Tragicomedia de un hombre sin espíritu (1922); recopilaciones de relatos, entre las que destacan El hechizado y otros cuentos (1972) o El jardín de las delicias (1971); y ensayos de temática literaria, filosófica y sociológica. También escribió unas memorias tituladas Recuerdos y olvidos, que terminó definitivamente en 2006, demostrándonos que a los 100 años de edad aún se encontraba en plena posesión de sus facultades, y que se consideran un testimonio único del siglo XX.

Pronto hará un mes de su fallecimiento, provocado por una bronquitis de la que no se recuperó. Y ahora sí que, definitivamente, los medios de comunicación no podrán volver a anunciar la muerte del último representante de la Generación del 27. Porque, verdaderamente, este era el último.


«Soy un cómico que lleva años esperando a que se baje el telón, pero no termina de bajarse. » (Francisco Ayala en 2007, durante su 102 cumpleaños)


Artículos de El País relacionados:

Muere Francisco Ayala, gran testigo de la literatura española del siglo XX
Un hombre sin enemigos
La pasión y la inteligencia
La vida, instrucciones de uso

martes, 21 de abril de 2009

Memoria y noche

José Manuel Caballero Bonald, 2005, Fundación Caballero Bonald


A sus 82 años, el poeta gaditano José Manuel Caballero Bonald vuelve a lanzar al mundo otro grito de revolución contra el tiempo en su nuevo libro: “La noche no tiene paredes” (Seix Barral, 2009), un título alegórico de la libertad. Para el poeta, la noche constituye el gran momento del día en el que nada lo detiene ni lo encierra: el único momento en que es verdaderamente libre. Y la misma noche no es más que un espíritu revolucionario que oscurece el día, que acaba con la luz de la certeza –esa que resulta tan inhumana para el poeta-, que mezcla los pasados, presentes y futuros en un mismo licor embriagador en el que nada es lo que tiene que ser. El día no es más que un escenario adormecido que comienza a despertar con las primeras estrellas: la noche constituye la verdadera vida.

Sin perder su estilo característico –cuidadosa elección léxica y oraciones largas-, Caballero Bonald se adentra en las profundidades más remotas de la mente, concediendo un lugar primordial a la memoria, los recuerdos, la rebelión contra el mismo devenir histórico o vital; a lo largo de los 103 poemas que componen su nuevo libro.

Nacido en Jerez de la Frontera en 1926, José Manuel Caballero Bonald forma parte de la llamada Generación de los 50, junto a otros autores como Ángel González, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma o Claudio Rodríguez. Además de poesía, ha escrito numerosos artículos y ensayos, dos libros de memoria y cinco novelas, entre ellas “Dos días de setiembre” (1926), “Ágata ojo de gato” (1974) y “Toda la noche oyeron pasar pájaros” (1981). Su obra poética completa está recogida en “Somos el tiempo que nos queda” (Seix Barral, 2007). En 2005 ganó el Premio Nacional de Poesía por su obra “Manual de infractores”.




"La noche no tiene paredes", Seix Barral, 2009, Barcelona




La noche no tiene paredes



Doy la vuelta a la noche, entro
en su cámara inversa, en su hondonada
de humo, en la oquedad
contraria a la pared
del aire,
justo donde convergen
las distancias que nunca se han juntado,
las libertades más difíciles,
hasta que de improviso encuentro allí
consecutivamente el germen, la incitante
demarcación del laberinto
con su luz primordial, su punitiva
complicidad con la justicia,
esa insistencia
soberana
en la celebración de estar viviendo.



J.M. Caballero Bonald, La noche no tiene paredes


jueves, 16 de abril de 2009

"Pero tú siempre acuérdate de lo que un día yo escribí..."


José Agustín Goytisolo en 1996, archivo El País

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.



Veinte años después de escribir aquellos versos, el 20 de marzo de 1999, el poeta José Agustín Goytisolo se quitó la vida al arrojarse al vacío desde la ventana de su casa. Una triste ironía con la que culminó una existencia dedicada a luchar con el arma más débil y más poderosa a la vez: las palabras. Fue Goytisolo quien dijo aquello de “Prefiero que recuerden algunos de mis versos / y que olviden mi nombre. Los poemas son mi orgullo". Pero sus versos también son él mismo.

José Agustín Goytisolo Gay nació el 13 de abril de 1928 en Barcelona, en plena dictadura de Primo de Rivera. Fue el mayor de tres hermanos escritores en una familia burguesa y castellano-hablante; sus hermanos Juan y Luis aún viven y son muy conocidos en el panorama literario. José Agustín vivió la Guerra Civil (1936-39) siendo solo un niño, hecho que le marcaría durante el resto de su existencia, sobre todo por el bombardeo franquista que acabó con la vida de su madre en 1938. El tema materno está muy presente en su primer libro, “El retorno”, y en uno de los últimos, “Final de un adiós”, y en 1993 el autor recopiló todos estos poemas bajo el título “Elegías a Julia Gay”. El mismo nombre de su madre se lo puso a su hija, la protagonista del célebre poema “Palabras para Julia”.

Gabriel Celaya, Blas de Otero, Asunción Carandell, Carlos Barral y José Agustín Goytisolo, Archivo El País
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José Agustín perteneció a la llamada Generación de los 50 junto a otros poetas como Ángel González, José Manuel Caballero Bonald o José Ángel Valente. Su poesía se caracteriza por la sencillez semántica y el uso de la ironía y el sarcasmo para tratar asuntos amorosos o temas críticos con la dictadura franquista que imperó en España hasta 1978. Los convencionalismos se pierden y el mundo se vuelve del revés; los lobos y los piratas se hacen buenos, las brujas hermosas y los príncipes malos.

En marzo se han cumplido diez años desde su suicidio, provocado por una profunda depresión que le llevó a decir, en su último cumpleaños: "Si tuviera que volver a vivir todo lo que he vivido, preferiría no volver a vivirlo". Para conmemorarlo, se ha organizado una exposición sobre su vida y obra en el Círculo de Lectores de Barcelona y se ha llevado a cabo un congreso en la Universidad Autónoma de Barcelona dirigido por Carmen Riera y con las intervenciones de su viuda, Asunción Carandell; su hermano Luis, su hija Julia y el célebre cantautor que puso música a sus versos: Paco Ibáñez. Además, se han publicado dos libros: “Más cerca” (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), una selección de sus artículos, y la edición crítica de su “Poesía Completa” (Lumen).

Pincha aquí para leer “Palabras para Julia”, de J.A. Goytisolo







martes, 14 de abril de 2009

La Generación del 27 y la II República española


Antonio Machado, Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala; creadores y partícipes de la Agrupación al Servicio de la República; 1931, Fundación Ortega y Gasset.


Luis Cernuda en Burgohondo, Ávila; durante las Misiones Pedagógicas de la II República; 1932; archivo de la Residencia de Estudiantes
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Luis Cernuda con un niño de Cuéllar durante las Misiones Pedagógicas, 1933; archivo de la Residencia de Estudiantes



Federico García Lorca, junto a Rafael Alberti y Mª Teresa León, lee un manifiesto comunista en un restaurante madrileño; 1936; Fundación Federico García Lorca.


Miguel Hernández en el frente, 1937; archivo EFE


Miguel Hernández recitando ante las milicias republicanas, 1937; archivo de la Biblioteca Nacional.


Rafael Alberti en Radio Madrid, 1938; Fundación Rafael Alberti


Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre y José Bergamín (sentado) en el frente, 1936; Biblioteca virtual Miguel de Cervantes


Mitin de Rafael Alberti en 1936; Fundación Rafael Alberti


Primera edición de "Viento del pueblo" de Miguel Hernández, 1937
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Nº 7 (8 de octubre de 1936) de "El Mono Azul", revista dirigida por Rafael Alberti
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Cartel del film "Espoir. Sierra de Teruel"(1938), de André Malraux. En el film actúa Serafín Fernández Ferro, perteneciente a la Generación del 27


Dibujo de Alberti para las antiguas Brigadas Internacionales, 1996, Fundación Rafael Alberti: "Esta paloma de la Paz para los valientes Brigadas Internacionales"

sábado, 4 de abril de 2009

Escribir en la España del s.XIX

Retrato de Mariano José de Larra por Gutiérrez de la Vega, 1837


Si nuestra antigua literatura fue en nuestro Siglo de Oro más brillante que sólida, si murió después a manos de la intolerancia religiosa y de la tiranía política, si no pudo renacer sino en andadores franceses, y si se vio atajado por las desgracias de la patria ese mismo impulso extraño, esperemos que dentro de poco podamos echar los cimientos de una literatura nueva, expresión de la sociedad nueva que componemos, toda de verdad, como de verdad es nuestra sociedad, sin más reglas que esa verdad misma, sin más maestro que la naturaleza, joven, en fin, como la España que constituimos. Libertad en literatura, como en las artes, como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia. He aquí la divisa de la época, he aquí la nuestra, he aquí la medida con que mediremos; en nuestros juicios críticos preguntaremos a un libro: ¿Nos enseñas algo? ¿Nos eres la expresión del progreso humano? ¿Nos eres útil? Pues eres bueno. No reconocemos magisterio literario en ningún país; menos en ningún hombre, menos en ninguna época, porque el gusto es relativo; no reconocemos una escuela exclusivamente buena, porque no hay ninguna absolutamente mala. Ni se crea que asignamos al que quiera seguirnos una tarea más fácil, no. Le instamos al estudio, al conocimiento del hombre; no le bastará como al clásico abrir a Horacio y a Boileau y despreciar a Lope o a Shakespeare; no le será suficiente, como al romántico, colocarse en las banderas de Víctor Hugo y encerrar las reglas con Molière y con Moratín; no, porque en nuestra librería campeará el Ariosto al lado de Virgilio, Racine al lado de Calderón, Molière al lado de Lope; a la par, en una palabra, Shakespeare, Schiller, Goethe, Byron, Víctor Hugo y Corneille, Voltaire, Chateaubriand y Lamartine. […]


Mariano José de Larra, “Literatura. Rápida ojeada sobre la historia e índole de la nuestra. Su estado actual. Su porvenir.” El Español, 18 de enero de 1836.



He aquí la acertada visión sobre la literatura española en pleno siglo XIX de uno de los literatos españoles más célebres. Este texto está extraído de uno de sus famosos “Artículos”, que constituyen uno de los documentos periodísticos más importantes de la historia de España. Algunos, para escapar de la censura, aparecían bajo pseudónimos como Fígaro o El pobrecito hablador. Larra quería cambiar España, hacer de ella un país progresista, pero sus deseos chocaban con la realidad que captaba en sus “Artículos”. Él fue quien escribió aquello de Escribir en España es llorar, que mucho más tarde Luis Cernuda reforzaría con su frase Escribir en España no es llorar, es morir. A la muerte precisamente le llevó a Larra su frustración existencial: una muerte prematura –antes de cumplir los 28. Instantes después de que le dejara su amante, Dolores Armijo, resonó un disparo en el piso de la madrileña calle de Sta. Clara, nº 3: el genial escritor se acababa de suicidar.

Este año se conmemora el bicentenario del nacimiento de Mariano José de Larra (1809-1837) con una biografía escrita por un descendiente, Jesús Miranda de Larra; y una serie de conferencias a nivel nacional.


"Larra, biografía de un hombre desesperado",
Jesús Miranda de Larra, Ed. Aguilar

sábado, 28 de marzo de 2009

Los amores oscuros de Federico

El célebre hispanista Ian Gibson, biógrafo por excelencia de Federico García Lorca (1898-1936), acaba de lanzar al mercado su nuevo ensayo: “Lorca y el mundo gay”. Este libro supone un enfoque más íntimo de la vida amorosa del poeta, un hombre que tuvo que aceptar su propia homosexualidad en una época en la que ser homosexual no estaba bien visto. Para Gibson, esta faceta de Lorca es esencial para la comprensión de su obra poética y dramática. “Lorca y el mundo gay” hace un repaso por todos los amores que tuvieron un hueco en el corazón y en los versos del poeta, además de revelarnos un descubrimiento reciente: la identidad de su primera novia. Y es que no todos los amores de Lorca fueron homosexuales.

El primer amor de Federico se llamaba María Luisa Natera y tenía los ojos azules, como bien recuerda el poeta en su “Madrigal triste de ojos azules”: ... pero que sin mirarlos dan la muerte / con el puñal azul de su recuerdo. Solo era una niña de quince años (tres menos que el poeta) cuando se conocieron en el balneario de Lanjarón. La muchacha pertenecía a una de las familias más poderosas de Granada y, a pesar de admirar su encanto personal, nunca llegó a corresponderle en sentimientos; le veía demasiado afeminado. Se convirtió en un amor imposible para Lorca, una experiencia que impregnaría de tristeza sus poemas de juvenilia y que le dejaría traumatizado para siempre.


María Luisa Natera, archivo Familia Hitos Natera


Algo más tarde, el nombre de María Luisa se repetiría como una maldición en el corazón del poeta. Se trataba esta vez de María Luisa Egea, unos años mayor que Federico y hermana de un amigo de éste, Juan de Dios Egea. Se convirtió en otro amor imposible, ya que la joven jamás le correspondió, y Lorca la describió como muy fría. A ella va dedicada la poesía “Cigarra”, recogida en su juvenil “Libro de poemas” (1921). Su marcha de Granada dejó al poeta sumido en una profunda melancolía.

Cuando Lorca se trasladó en Madrid para cursar sus estudios universitarios, fue admitido en la famosa Residencia de Estudiantes, dirigida por Alberto Jiménez Fraud. Allí conoció al que se convertiría en su gran amor y perenne obsesión: el pintor surrealista Salvador Dalí. Este era por entonces un muchacho tímido y retraído que descubrió en Lorca una fuente de inspiración para su pintura. Ambos vivieron una intensa relación de amistad-amor que terminó cuando pronto debido a que Dalí no fue capaz de asumir su propia homosexualidad. Pero ninguno de los dos se olvidaría nunca.


Salvador Dalí y Federico García Lorca, 1927,

Archivo Huerta de San Vicente

El siguiente en la lista de amores del poeta fue el joven escultor Emilio Aladrén, con fama de guapo y simpático, que hasta entonces había mantenido una relación con Maruja Mallo, la célebre pintora de la Escuela de Vallecas. Aladrén no era homosexual, como bien demostró al contraer matrimonio con la inglesa Eleanor Dove, después de abandonar a Lorca y dejarle sumido en una profunda depresión que le llevó al borde del suicidio. Aladrén se había aprovechado del famoso poeta para darse a conocer entre los peces gordos del arte.



Emilio Aladrén y Federico García Lorca, autógrafo,

Archivo Huerta de San Vicente


El último gran amor de Federico fue un estudiante de ingeniería y militante del PSOE llamado Rafael Rodríguez Rapún, nacido en 1912. El muchacho se unió a la famosa compañía teatral ambulante dirigida por Lorca, “La Barraca”, y el poeta enseguida lo nombró su secretario personal. Se dice que Rodríguez Rapún no era homosexual, pero se encontró absolutamente enamorado de Lorca, posibilitando esa relación de amor duradera que Federico buscó durante toda su vida. Sin embargo, el asesinato de Lorca en 1936 por los falangistas granadinos acabó con el idilio. Y Rodríguez Rapún se suicidó justo un año después en el frente, mientras luchaba en el bando republicano. Fue el súbito fin del amor que siempre persiguieron los versos del poeta.


Federico García Lorca y Rafael Rodríguez Rapún, 1935,



Archivo Huerta de San Vicente



Datos del libro:

GIBSON, Ian: Lorca y el mundo gay, Ed. Planeta, Barcelona, 2009-03-28. Diseño de cubierta:



Artículos relacionados:

La novia de Lorca y otros amores (El País)
Ian Gibson presenta “Lorca y el mundo gay” (Videonoticia RTVE)

martes, 17 de marzo de 2009

Francisco Ayala, escritor independiente


Francisco Ayala ayer en la Biblioteca Nacional.
Foto: Juanjo Fernández

Se dice que con la muerte de Pepín Bello el 11 de enero del año pasado, a los 103 años, murió el último miembro de la Generación del 27. En sentido estricto, esto no es así, pues ayer, 16 de marzo de 2009, cumplía también 103 años el escritor Francisco Ayala. Para conmemorarlo, el Ministerio de Cultura le dedicó un homenaje en la Biblioteca Nacional. Allí, rodeado de destacadas personalidades del mundo de las letras, Francisco Ayala agradeció con mucha emoción haberle consentido seguir adelante y cumplir durante todos estos años lo que creía que era su obligación de hombre y de ciudadano. Se habló sobre todo del secreto de su envidiable vitalidad, que el Ministro de Cultura identifica con su rotundo compromiso ético con el mundo y con su tiempo, y el propio Ayala lo achaca al consumo diario de miel y whisky. Sea como sea, el escritor está muy animado y adaptado a los nuevos tiempos, como demuestra su perfil en Facebook, la célebre red social.

Francisco Ayala nació el 16 de marzo de 1906 en Granada, solo un año más tarde del que se considera benjamín de la Generación del 27, el poeta Manuel Altolaguirre. Publicó su primer libro, “Tragicomedia de un hombre sin espíritu” en 1925, el mismo año que salieron a la luz “Tiempo” de Emilio Prados y “Marinero en tierra” de Rafael Alberti. De hecho, en su ensayo “Generación de 1925” Luis Cernuda sitúa esta fecha como un término medio en la aparición de los primeros libros de los que serían conocidos como la Generación del 27 –aunque haya críticos como Cernuda que prefieran llamarla “Generación del 25”. Así pues, Ayala es contemporáneo a estos autores y publicó su primer libro en una fecha clave. Todo lo situaría como un miembro más de esta generación. Sin embargo, la crítica pocas veces lo incluye dentro de ésta, y lo define como un escritor inclasificable. ¿Cuáles podrían ser las razones?


Juan Vida: Retrato de Francisco Ayala (2000)

Lo primero que podríamos pensar es que Francisco Ayala ha sido, ante todo, escritor de ensayo y, especialmente, de prosa; en una época en la que la poesía había alcanzado su auge con autores como García Lorca o Alberti. Hablar de la Generación del 27 es casi hablar de poesía. Pero muchos de sus integrantes no fueron poetas y se decantaron por la pintura (Salvador Dalí), el cine (Luis Buñuel) o el teatro, como es el caso del popular torero Ignacio Sánchez Mejías. El propio Pepín Bello no publicó nada más que un poema en toda su vida, y aun así se considera integrante clave de la Generación. El secreto, claro está, reside en la estrecha relación que mantuvo con Federico García Lorca, Luis Buñuel y Salvador Dalí en la Residencia de Estudiantes de Madrid.

¿A qué se debe, por tanto, este olvido de la crítica hacia Ayala? Su personalidad juega un papel más importante del que creemos. Ayala reconoció en su célebre entrevista con Iñaki Gabilondo que nunca ha sido gregario. Esta necesidad de independencia le impidió establecer un contacto más estrecho con los miembros de la que debería haber sido su generación. Ayala no solía acudir a las famosas tertulias en casa del diplomático Carlos Morla Lynch, ni a las de Vicente Aleixandre. Al volver a España a comienzos de la Guerra Civil –la guerra le había sorprendido en Berlín- apoyó al bando republicano, pero no ingresó en la célebre Alianza de Intelectuales Antifascistas, presidida por José Bergamín y de la que formaron parte la mayoría de personalidades culturales fieles a la República (Rafael Alberti, Miguel Hernández, Luis Cernuda, María Zambrano, Luis Buñuel, Rodolfo Halffter…). Después del triunfo del bando franquista, Ayala partió al exilio (Buenos Aires, Puerto Rico, EE.UU…) y actualmente confiesa que si tuviera que decir recuerdos hermosos de su vida estarían allí. Para él, la patria de cada escritor es su propia lengua, y a lo largo de su vida él no ha dejado de escribir. En 2006 ha publicado, con motivo de su primer centenario, la edición definitiva de sus memorias: “Recuerdos y olvidos”. En ella, describe con magistral brillantez su vida desde los años españoles hasta el exilio, y posteriormente el regreso a su país, demostrándonos que, a pesar de no ser considerado por muchos un miembro más de la Generación del 27, hoy se ha convertido en uno de los pocos testigos vivos de aquella maravillosa e irrepetible Edad de Plata de la cultura española.



Francisco Ayala en el Café Gijón, 1930. Foto: La Gaceta Literaria



Artículos relacionados:


“Tengo una memoria de segunda mano” (El País)
Ayala, 103 años y con perfil en Facebook (El País)
Francisco Ayala: “Quiero estar en el mundo de hoy, no en el de hace cincuenta años” (El Mundo)

jueves, 12 de marzo de 2009

La misteriosa desaparición de Hernández


Comienzos del siglo XXI, año 2009. Los best-sellers monopolizan el mercador literario: primero fueron los derivados de “El Señor de los Anillos”, seguidos por los cientos de últimos catones, últimos merovingios y demás historias de sectas que alcanzaron la popularidad gracias al éxito de “El código Da Vinci”, de Dan Brown, autor de best-sellers por antonomasia. Últimamente, la saga “Crepúsculo”, de Stephenie Meyer, encabeza la lista de los libros más vendidos en numerosos países, y este éxito se ha visto potenciado desde que se estrenó la película basada en la novela. Pilas y pilas de ejemplares de “Crepúsculo” y su continuación, “Eclipse”, ocupan las estanterías de las librerías madrileñas más populares.

Nos desplazamos al Fnac de Preciados, sección de libros. En la situación literaria actual, no son muchos los que se acercan a la olvidada estantería de Poesía. Sin embargo, siempre quedan algunos nostálgicos. Yo soy una de ellos. Los libros están ordenados según el apellido del autor, y busco por la H. No puedo ocultar mi estupefacción al descubrir que el nombre de Miguel Hernández no figura en la estantería. Tampoco hay ningún libro suyo. Tengo que dirigirme a la sección de Poesía de bolsillo para lograr dar con un ejemplar de “El rayo que no cesa”, la temprana obra del poeta, de carácter modernista. Pero no es lo que ando buscando. No, yo busco un ejemplar de Poesía completa, pero resulta obvio que en el Fnac no existe.

En la Casa del Libro tampoco tengo suerte. Por lo menos, aquí sí aparece el nombre de Hernández en la estantería de Poesía, pero lo máximo que se puede obtener son ejemplares de bolsillo de “El rayo que no cesa”, “El hombre acecha” y “Cancionero y romancero de ausencias”. Ni rastro de una recopilación de su poesía completa. Al tratar de encargarlo, me informan de que no existen demasiados libros del autor, y menos aún de toda su obra poética.



"Miguel Hernández, Obra escogida", Ed. Aguilar,
México, 1962. Foto: Marina Casado

No me rindo y decido agotar la última posibilidad acudiendo al mercado de libros de segunda mano de la Cuesta de Moyano, donde por lo general se encuentran las más raras joyas literarias –por desgracia, a elevados precios, la cultura se paga. Sin embargo, me desengañan rápidamente: no poseen ningún ejemplar de poesías completas de Hernández. Para no quedarme con el amargo sabor de la frustración, compro una antología bastante completa de la editorial Aguilar que data de 1962. Es lo mejor que he podido encontrar.

Después de esta odisea, no puedo evitar formularme una pregunta: ¿Qué ha sido de Miguel Hernández, uno de los poetas más importantes de la Literatura española? ¿A qué se debe el vacío que ocupa el lugar de las estanterías donde debería figurar su nombre? ¿Y qué razón existe para la inexplicable inexistencia de una obra que recopile su poesía completa? No es la primera vez que me pasa algo así buscando obras de poetas: es difícil encontrar incluso una del mismísimo García Lorca. Pero en el caso de Miguel Hernández todo se exagera de manera grotesca, hasta el punto de no figurar su nombre en las secciones de poesía. ¿Por qué no se editan sus obras? Quizá existan problemas con sus herederos –como ocurre en el caso de la obra de Alberti-, o tal vez se deba a una paulatina indiferencia hacia su poesía, lo cual sería un motivo más que suficiente de preocupación. En todo caso, para el público en general, Miguel Hernández cada vez parece más cerca de ese misterioso lugar descrito por su contemporáneo, Luis Cernuda: Allá, allá lejos; donde habite el olvido.

Fotografía: El poeta en la sierra oriolana. Revista Caballo Verde para la poesía, 1935.

viernes, 6 de marzo de 2009

Salen a la venta las poesías completas de José Bergamín


Ya está disponible en las librerías el primer tomo de la obra poética completa de José Bergamín bajo el título “Poesías Completas I”. Este primer tomo recogerá todos sus libros de poesía publicados entre 1962 (“Rimas y sonetos rezagados”) y 1984 (“Hora última”), junto a una introducción del hispanista Nigel Dennis, responsable de la edición, la cual corre a cargo de la editorial Pre-Textos y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), bajo la coordinación del Ministerio de Cultura. Es la primera vez que la obra en verso completa de José Bergamín verá la luz.

A “Poesías Completas I” le seguirá próximamente un segundo tomo que recogerá poesías inéditas del autor y todas las que publicó en revistas y periódicos a lo largo de su vida.

José Bergamín Gutiérrez (1897-1983) fue un escritor madrileño, miembro de la llamada Generación del 27 –parte de la crítica no está de acuerdo con esta denominación. Poeta, ensayista, dramaturgo, editor, aforista y crítico, no se dejó encasillar en ningún movimiento literario de la época, presentando numerosas facetas que se complementan. Apasionado de la tauromaquia, trabajó en una “Enciclopedia taurina” en la que colaboró el propio Miguel Hernández, recién llegado a Madrid.

Portada del primer número de la revista "Cruz y Raya"


Combinando sus ideas comunistas y republicanas con un fervoroso catolicismo, Bergamín fundó en 1933 la revista literaria “Cruz y Raya –revista de la afirmación y la negación”, que dirigió hasta su desaparición a comienzos de la Guerra Civil. La revista llegó a ser una de las más célebres del período de la Edad de Plata española, colaborando en ella numerosos miembros de la Generación del 27. Durante la Guerra Civil, Bergamín presidió la Alianza de Intelectuales Antifascistas, que tuvo su sede en el Palacio de los Heredia-Spínola, de la que también formaron parte destacados personajes como Rafael Alberti –a quien sugirió el nombre de “Cal y canto” para su famosa obra de 1929-, Luis Cernuda, María Teresa León, Luis Buñuel o María Zambrano. Colaboró en la mayoría de empresas culturales de la contienda, como las revistas “El Mono Azul” –fundada por Alberti-, “Hora de España” y “Cuadernos de Madrid”.




Rafael Alberti, José Bergamín (sentado) y Manuel Altolaguirre durante la Guerra Civil. Fotografía: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes



Tras el triunfo franquista en España, partió al exilio –México, Venezuela, Uruguay, Francia-, donde siguió trabajando en revistas y fundó la Editorial Séneca. En 1970 regresó a Madrid, donde comenzó a publicar por vez primera poemarios con las poesías escritas a lo largo de su vida. Con la llegada de la democracia, se hizo disidente político al no estar de acuerdo con el proceso de la Transición, pues consideraba que la monarquía era algo absolutamente improcedente en nuestro país. Incluso llegó a publicar un manifiesto titulado “Error monarquía”, y a decir aquello de Mi mundo no es de este reino.

* Fotografía del comienzo: Portada de "Poesía Completa I", editorial Pre-Textos.

Recursos:

Bergamín, poeta al completo (El País)

domingo, 22 de febrero de 2009

Se cumplen 70 años de la muerte del poeta Antonio Machado


El 22 de febrero de 1939 fallecía Antonio Machado en su habitación del hotel Bougnol-Quintana de Collioure, la localidad francesa donde se alojaba. Republicano convencido, unos días antes se había marchado de España, su país natal, para partir al exilio junto con su madre, cuando el triunfo de las tropas franquistas en la Guerra Civil se podía prever. En la frontera francesa, el escritor Corpus Barga les facilitó el alojamiento, evitando que fueran arrestaos y llevados a un campo de concentración. Pero tanto Antonio Machado como su madre, Ana Ruiz, habían quedado profundamente debilitados tras el arduo viaje desde Cataluña, lo que provocó sus fallecimientos unos días después. Después de morir Machado, se encontró en el bolsillo de su gabán su último verso: Estos días azules y este sol de mi infancia.

Antonio Machado Ruiz nació en Sevilla el 26 de julio de 1875. Perteneciente a la famosa Generación del 98 –en la que también figuran Unamuno, Azorín, Valle-Inclán o Pío Baroja-, fue autor de dos de los poemarios más célebres de la Literatura española: “Soledades, galerías y otros poemas” y “Campos de Castilla”. Su poesía parte de un modernismo preciosista para volverse progresivamente más social, preocupada por el hombre; y refleja un espíritu melancólico, discreto y tímido, atormentado siempre por la muerte de Leonor Izquierdo, su joven esposa, acaecida en 1912. Estudió en la Institución Libre de Enseñanza –fundada por Francisco Giner de los Ríos- y vivió en Madrid y en París, donde conoció a Oscar Wilde, Pío Baroja y Rubén Darío. Posteriormente se trasladó a Soria para dar clases de francés, y allí conoció a Leonor, que no contaba con más de quince años cuando se convirtió en su esposa. Después de su muerte, el poeta sufrió una inmensa depresión que le llevó al borde del suicidio. Durante la Guerra Civil, vivió en Valencia y en Barcelona y publicó numerosos artículos a favor de la República en el periódico catalán La Vanguardia. El 29 de enero de 1939 cruzó la frontera española, partiendo al exilio.

Para conmemorar el setenta aniversario de la muerte de Machado, han sido programados una serie de actos en Baeza -la localidad jaenesa donde vivió un tiempo tras la muerte de Leonor-, que incluyen una audición de sus poemas con las voces de Fernando Fernán Gómez, Agustín González y Ana María Noé; una lectura de poemas en la que participarán el hispanista Ian Gibson y la poetisa Ana Rossetti, y la presentación de Antonio Machado y Baeza a través de la crítica”, revisado y actualizado por Antonio Chicharro. En Madrid, la conmemoración tuvo lugar el pasado jueves con una lectura de sus mejores poemas en el Ateneo Cultural Primero de Mayo de Madrid. También en la localidad rosellonesa de Argelers , en Cataluña y en Collioure se han dedicado una serie de actos en memoria del célebre poeta, que incluyen un recital de Paco Ibáñez cantando al exilio y que cuentan con la adhesión de la alcaldía de París.
Fotografía del comienzo: Antonio Machado en el Café de las Salesas, 1934 (Alfonso)


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Paco Ibáñez canta al exilio en Argelers (Agustín Fancelli)



Poemas de Machado recitados por Agustín González y Fernando Fernán Gómez:

Recuerdo infantil (Fernando Fernán Gómez)
Desgarrada la nube… (Agustín González)
Yo voy soñando caminos… (Fernando Fernán Gómez)
Llamó a mi corazón, un claro día… (Agustín González)
Retrato (Fernando Fernán Gómez)
Señor, ya me arrancaste lo que más quería (Agustín González)
La primavera besaba (Fernando Fernán Gómez)


El cantautor Paco Ibáñez interpretando "Proverbios y cantares", de Machado:


martes, 17 de febrero de 2009

El Cuervo que nunca emprendió el vuelo

Y el Cuervo dijo: “Nunca más”. Y esas dos palabras quedaron grabadas a fuego sobre el corazón del hombre, destrozado ya por la pérdida de su amada Leonora. Nunca más. El cuervo no se marchó, y su presencia le recordaba al hombre que ya nunca más volvería a ver a Leonora.

Nunca más. El escritor estadounidense Edgar Allan Poe escribió esas palabras en 1845, un tiempo antes de perder para siempre a su esposa, Virginia Clemm, enferma por entonces de una tuberculosis que la conduciría a la muerte en enero de 1847, a los 25 años. Por entonces, Poe se había abandonado a la bebida, en parte por la ansiedad que le causaba la enfermedad de su mujer y en parte por su lúgubre carácter. Huérfano desde muy temprana edad, se crió con el matrimonio Allan, del cual Edgar tomaría el apellido. Su vida no fue fácil, y su personalidad siempre le impidió aspirar a la estabilidad económica y a un puesto de trabajo fijo. Se ganó la vida como periodista, llegando a ser redactor jefe en el Broadway Journal, del que incluso se hizo propietario. Pero sus trabajos eran transitorios, debido a su afición al alcohol y a una mala suerte que no se apartó de él en ningún momento de su vida. El Broadway Journal cerró en 1846 por falta de liquidez, un año antes del fallecimiento de su esposa.

Poe siempre confesó que hubiera querido dedicarse por completo a la poesía, a pesar de que sus poemas siempre han sido considerados por la crítica menos valiosos que su obra en prosa. Es más conocido por sus famosos cuentos, que Julio Cortázar –traductor de la obra de Poe al español- clasificó en cuentos de terror, sobrenaturales, metafísicos, analíticos, de anticipación y retrospección, de paisaje, y grotescos y satíricos. De entre ellos, son célebres numerosos títulos: “El gato negro”, “El escarabajo de oro”, “Los crímenes de la Rue Morgue”, “El corazón delator”, “La caída de la casa Usher”, “Conversación con una momia”… Tanto en su poesía como en sus relatos, empleó un estilo marcadamente romántico y precursor de la literatura gótica (su tono recuerda al que posteriormente aparecería en “Drácula” de Bram Stoker o “El misterioso caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de R.L. Stevenson).



Virginia Clemm, esposa de Allan Poe


Lo primero que leí de Poe, hace ya bastantes años, fue su famoso cuento “El gato negro”. Y, cómo no, quedé subyugada por su brillante capacidad para mantener en vilo al lector, arrastrándolo inexorablemente hasta el impactante final. Eso es lo que más me atrae de la prosa de Poe: sus sorprendentes finales, que siempre son capaces de dejar al lector con la boca abierta. Se dice que el terror y los elementos oníricos y sobrenaturales que se recogen en sus cuentos fueron inspirados por el Delirium Tremens, una enfermedad causada por el alcoholismo que provoca alucinaciones, y que posiblemente le llevó a su muerte en octubre de 1849. Sin embargo, esta continúa siendo un misterio.

Ilustración para "El cuervo", realizada por Gustave Doré


Con motivo del bicentenario del autor –el pasado 19 de enero- han salido a la venta numerosas ediciones de los Cuentos completos, traducidos al español por Julio Cortázar. La influencia de Poe no solo se manifestado en escritores como Dostoyevski, Kafka o Lovecraft, sino que actualmente sigue teniendo vigencia en la narrativa de Borges e incluso en el cine de Tim Burton o los hermanos Coen, por citar algunos ejemplos. Hoy, más que nunca, veo a Edgar Allan Poe como el Cuervo de su famoso poema, un Cuervo legendario y sombrío, posado para siempre en la historia de la Literatura e incapaz de emprender el vuelo.

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!


Edgar Allan Poe, El Cuervo






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martes, 10 de febrero de 2009

Pedro Salinas, más allá de la poesía

El hallazgo de unos textos inéditos del célebre escritor subraya su importancia como autor de prosa

Por Marina Casado


El mundo cotidiano se estremece y se confabula con la pasión de los enamorados en “La voz a ti debida”, “Razón de amor” y “Largo lamento”, la famosa trilogía poética del escritor madrileño Pedro Salinas Serrano, considerada en la cumbre de la poesía amorosa del s. XX. Los relojes, las fiestas o las llamadas telefónicas adquieren matices entrañables y se convierten en cómplices secretos de las más emocionantes historias de amor. El lector puede descubrir un mundo de sentimientos y pasiones que subyace bajo la aparente rutina de nuestra realidad y lograr envolverse en él.

La magistral perfección de su obra poética ha convertido a Pedro Salinas en una de las figuras más sobresalientes de su época, la famosa Generación del 27, una generación de intelectuales que se desarrolló en España entre los primeros años de la dictadura de Primo de Rivera y el triunfo de los franquistas al final de la Guerra Civil. Salinas, nacido en 1891, fue el mayor del grupo, en contraste con el más joven, Manuel Altolaguirre, que nació en 1905. Salinas tuvo un papel destacado en la intelectualidad de la época, ejerciendo de profesor de literatura en las universidades de Sevilla, Murcia y Madrid. En Sevilla tuvo como alumno al también escritor Luis Cernuda, que se convirtió en su discípulo poético unos años más tarde. Salinas leía sus poemas, le daba consejos para perfeccionarlos y le recomendaba nuevas lecturas. Fue él quien facilitó la publicación de la primera obra de Cernuda, “Perfil del aire”, que sin embargo no tuvo muy buena acogida entre la crítica, motivando un progresivo distanciamiento entre ambos escritores. La trayectoria poética de Salinas, iniciada en 1923 con “Presagio”, fue muy parecida a la de su compañero de generación, Jorge Guillén, con quien mantuvo una intensa amistad que se prolongó durante los años de exilio.

La vida sentimental de Salinas resultó tan apasionada como sus poemas. Fue mientras ejercía de profesor en la Universidad de Santander cuando se enamoró de una joven alumna norteamericana llamada Katherine R. Whitmore, en 1932. Ambos iniciaron una relación clandestina, en gran medida epistolar, que se mantuvo durante varios años y comenzó a enfriarse a raíz del intento de suicidio por parte de la esposa de Salinas, que descubrió el secreto de su marido hacia 1935. Fue Katherine Whitmore quién inspiró las tres principales obras poéticas de Pedro Salinas, las que le concederían el título de poeta del amor.




Pedro Salinas, entre Federico García Lorca y Rafael Alberti



Natalia Vara Ferrero, doctora en Literatura Española, afirma que es precisamente el gran interés suscitado por su poesía el que ha logrado eclipsar el resto de la obra de este escritor, compuesta también de prosa y teatro, y de gran calidad literaria. El pasado mes de enero, se publicó en los medios la noticia del hallazgo de textos inéditos a raíz de una investigación para una tesis doctoral titulada “La narrativa de Pedro Salinas” en la Universidad del País Vasco. El estudio, llevado a cabo por Natalia Vara, recoge todos los textos que el autor escribió entre 1921 y 1951, sometiéndolos a un riguroso proceso de restauración para devolverlos a su forma original, omitiendo incorporaciones de posteriores ediciones. Entre ellos, la autora ha rescatado obras como “Un conocido por conocer” o textos inéditos como “Los cuatro grandes mayúsculos y la Doncella Tibérica”, “El valor de la vida”, los “Proyectos de cuentos” y el esbozo narrativo archivado en “Últimos escritos”.

En su estudio, Vara trata de dejar a un lado la errónea hipótesis según la cual la narrativa saliniana fue una ocupación secundaria, para presentarnos a un Pedro Salinas comprometido con la humanidad, como queda demostrado en sus textos inéditos, elaborados durante sus años de exilio. También recoge numerosos escritos que reflejan las inquietudes del llamado Arte Nuevo, un movimiento literario que trató de renovar la narrativa en los años 20 y 30. Este reciente descubrimiento de Natalia Vara parece haber estimulado a la crítica, que está comenzando a valorar la faceta de Salinas como autor narrativo.



Recursos:

http://www.elpais.com/articulo/pais/vasco/tesis/UPV/recupera/textos/ineditos/Pedro/Salinas/elpepiesppvs/20090115elpvas_10/Tes

http://www.elpais.com/articulo/cultura/tesis/doctoral/recupera/textos/ineditos/poeta/Pedro/Salinas/elpepucul/20090114elpepucul_2/Tes

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